SIGUIENDO TUS HUELLAS
SOBRE EL CONCEPTO "DIOS". El concepto de Dios en el que se centran los estudios es el Dios del teísmo occidental, en el que es concebido como un ser personal, omnipotente, omnisciente y absolutamente bueno. El interés analítico versa acerca de la coherencia y racionalidad de este concepto, lo cual conduce a la discusión y análisis de los atributos divinos, examinando el contenido de cada uno y su compatibilidad con los otros. Vamos a fijarnos en aquellos atributos que han suscitado mayor interés en este ámbito filosófico.
a) La eternidad de Dios.
El debate acerca de la eternidad de Dios se ha centrado en si debe concebirse ligada al tiempo o no. En efecto, puede entenderse de Dios que «existe en el tiempo en todos los tiempos» (concepción temporal o temporalismo) o que «existe fuera del tiempo» (concepción atemporal o eternalismo).
Las objeciones a la concepción atemporal de la eternidad provienen de que se considera incompatible con la omnisciencia o bien con la acción de Dios en el tiempo. Para algunos, lo que un ser omnisciente sabe debe variar a lo largo del tiempo, pues conoce proposiciones que se refieren a acontecimientos temporales. Si Dios fuera atemporal sostiene Prior sólo conocería proposiciones atemporales.
Otros autores como Wolterstorff y Davis sostienen que la «eternidad temporal» es la única que es coherente con el Dios bíblico. En este sentido, Wolterstorff acentúa que Dios es concebido en la Biblia como un agente que actúa en la historia, que recuerda y que planifica y Davis sostiene que sólo una «eternidad temporal» garantizaría afirmaciones básicas como la creación en el tiempo y el carácter personal de Dios.
Frente a esta postura, Stump y Kretzmann son partidarios del concepto boeciano de eternidad, la cual implica la existencia fuera del tiempo y se han esforzado por mostrar que un acto eterno, aun no estando en el tiempo, puede tener efectos temporales, lo cual es suficiente para garantizar la actuación de Dios en la historia". Ha desarrollado también una concepción atemporal de la eternidad Paul Helm, subrayando que esta atemporalidad es independiente de la existencia o no del universo y apoyándose en que la plenitud de Dios es coherente con un modo de ser atemporal.
b) La omnipotencia divina.
Existe también una amplia discusión sobre la omnipotencia divina, la cual se suele plantear a partir de la llamada «paradoja de la omnipotencia divina». Mackie, que se ocupó de esta cuestión a propósito del problema del mal, lanzó esta pregunta: «puede un ser omnipotente hacer cosas que no puede controlar? o, lo que es prácticamente lo mismo, ¿puede un ser omnipotente establecer reglas que le obligan a Él mismo?»". Sin embargo, la formulación más corriente es la denominada «paradoja de la piedra», desarrollada por Savage: ¿puede Dios hacer una piedra tan pesada que no la pueda levantar?. En la respuesta a esta cuestión, Mavrodes y otros autores han seguido la línea de Tomás de Aquino: la paradoja fracasa porque pide algo contradictorio. Afirmar que hay una piedra tan pesada que no puede ser levantada por aquel cuyo poder basta para levantar todo es caer en una contradicción flagrante. En la misma línea, Plantinga destaca que hay estados de cosas que son lógicamente contradictorios y que, por tanto, el hecho de que Dios no pueda actualizarlos no supone una merma de su omnipotencia ". Para Kenny, el poder crear un ser que uno no puede controlar no es un poder lógicamente posible. Kenny entiende la omnipotencia en términos de poderes: un ser es omnipotente si tiene todo poder que es lógicamente posible poseer. Ahora bien, el poder de crear un ser que no se puede controlar no es un poder lógicamente poseído por Dios, puesto que es inmutable ".
Una solución brillante aunque más discutible es la de Swinburne, según el cual la omnipotencia de Dios le capacita para hacer una piedra tan pesada que él no pueda levantar, pero esto no disminuye su potencia a no ser que de hecho la cree. Como no la crea, permanece omnipotente". Otra salida discutida en el ámbito analítico es la ofrecida por Geach, para el que el concepto de omnipotencia (capacidad para hacer cualquier cosa) es típicamente griego y presenta contradicciones, a diferencia del concepto bíblico de Dios que no lo considera omnipotente sino todopoderoso (tiene poder sobre todas las cosas).
c) La omnisciencia.
Respecto del atributo de la omnisciencia se plantean varias cuestiones. La primera es cómo podemos definir la omnisciencia. En general, se entiende por tal que Dios conoce todas las proposiciones verdaderas y que no cree nada falso. Sin embargo, algunos autores piensan que la omnisciencia no debe ser entendida en términos proposicionales sino como poder cognoscitivo máximo. Es decir, afirmar la omnisciencia de Dios sería sostener que no hay ningún ser con mayor poder cognoscitivo que Él.
La segunda cuestión se refiere al tema clásico de la compatibilidad de la omnisciencia con la libertad humana. Si la omnisciencia divina supone que Dios conoce el futuro contingente, que depende de la libertad humana, ¿es libre el hombre? Este problema se acrecienta cuando se afirma que la eternidad de Dios tiene un carácter temporal. Por eso algunos autores como N. Pike han sostenido simplemente que Dios no conoce lo que depende de la libertad humana pues, si lo conociera con anterioridad, el hombre no sería libre. Una solución menos drástica es decir como hace Swinburne que Dios puede conocer el futuro que depende de la libertad humana, pero libremente aparta su vista de las proposiciones que se refieren al futuro contingente con el fin de proteger nuestra libertad. Es decir, Dios restringe su omnisciencia al darnos auténtica libertad.
Plantinga admite que Dios conoce no sólo lo que cada criatura va a hacer, sino lo que hubiera hecho en otras circunstancias (es decir, lo que se denominan «confrafactuales de la libertad»). Con esta posición se ha abierto un amplio debate en torno a la ciencia media, pues se ha considerado que sostenía una postura molinista. La solución de Plantinga para salvar la libertad se basa en Ockham y sostiene que no toda proposición sobre el pasado es necesaria en el sentido de que no pueda ser cambiada.
Entre estas proposiciones sobre el pasado, estarían las que afectan a la presciencia divina (pasada) respecto de acciones humanas futuras`. Otro autor que ha intervenido en la discusión es R. Adams, para el que simplemente Dios no conoce los contrafactuales de la libertad porque estos carecen de valor de verdad. Así la omnisciencia divina no incluiría la presciencia de las acciones libres de las criaturas. Esto no limitaría la omnisciencia porque, desde esta perspectiva, las proposiciones sobre futuros contingentes carecen de valor de verdad y por ello desconocerlas no es ignorar nada.
Recientemente se está debatiendo en torno a lo que se denomina «teísmo abierto» (open theism), que se extiende especialmente entre los evangélicos norteamericanos. Según esta visión, Dios es omnisciente porque conoce perfectamente toda la realidad, pero como esta realidad está compuesta en buena parte por posibilidades, Dios las conoce como posibles. Se denomina «visión abierta» porque admite que Dios conoce cosas futuras (está abierto al futuro) como posibles". Algunos deducen de aquí que Dios no conocería las acciones libres de las personas.
d) La bondad divina
Por último, también se ha tratado el atributo de la bondad divina. Además del estudio de este atributo en relación con el problema del mal, también se ha discutido sobre lo que se entiende por bondad divina; es decir, qué es lo que hace que un ser sea moralmente bueno. En general, la respuesta depende de la teología que subyace. Para unos es el amor, para otros la santidad o la justicia.
Otra cuestión tratada es la relación de la bondad con Dios. Unos pocos filósofos sostienen que, para que Dios sea loable moralmente, debe ser capaz de obrar el mal, aunque de hecho nunca lo haga. Sin embargo, la mayoría piensa que Dios es por esencia moralmente perfecto; es decir, que su naturaleza es tal que no puede obrar mal.
Finalmente se discute también el significado de la afirmación de que Dios es la fuente de toda norma moral. Para algunos, esto implica que no existe una ética natural autónoma. En esta línea, se suele acentuar que la fuente de la bondad moral no sería otra que la voluntad divina. Se conoce esta posición como «teoría del mandato divino», pues entiende los principios éticos como mandatos de Dios". Adams advierte que esto no implica que se deba actuar de determinada manera sólo porque Dios lo quiera. Lo que el creyente percibe es que debe obedecer a Dios porque Dios quiere su bien". Otros autores, admitiendo que los principios éticos no son independientes de Dios, niegan que sean fruto de un decreto divino y defienden una autonomía de los valores éticos.
No son estos los únicos atributos discutidos. El lector interesado podrá encontrar en este ámbito de discusión filosófica interesantes debates sobre la soberanía de Dios, su simplicidad, la perfección divina, la unicidad y la inmutabilidad.
También es preciso dejar constancia de que, frente a los autores teístas, se ha constituido también una cierta tradición de «ateísmo analítico» o de lo que Plantinga suele llamar «ateólogos naturales», los cuales vendrían a sostener que el concepto teísta de Dios no puede ser articulado de una manera coherente y consistente. Entre los autores y obras más notables, debe destacarse The Presumption ofAtheism de A. Flew, The Miracle of Theism de Mackie, The Milosophy of Atheism de K. Nielsen yAtheism: A Philosophical fustifzcation de M. Martin yArguing for Atheism de R. Le Poidevin. La impresión general, sin embargo, es que este ateísmo filosófico va perdiendo fuerza.