SIGUIENDO TUS HUELLAS
LA VIDA NO ES UNA CASUALIDAD SINO UN VERDADERO MILAGRO. Hasta las pruebas presentadas por Luis Pasteur en 1861, muchos creyeron que la vida se puede formar espontáneamente de la podredumbre. Los hombres de ciencia no lograron ninguna molécula proteica significativa para la vida en presencia de oxígeno. Por lo tanto, por mucho tiempo se aseguró que no había oxígeno en el caldo primitivo donde habría surgido la vida. Pero desde la misión de la Apolo 16, en abril de 1972, se sabe que el oxígeno se puede formar desde la alta atmósfera. Y en sus investigaciones, Kenyon y Nissebaun notaron la necesidad del oxígeno para la formación de algunos compuestos prebióticos, como las microesferas de aldocianoina.
Se afirmaba que la vida se formó en el agua del "caldo primordial", fabricando por casualidad sólo los aminoácidos apropiados. De éstos eliminó la mitad para que de los aminoácidos en formación D y L sólo quedaran los 100 aminoácidos L –levógiros, es decir los que giran hacia la izquierda–; y únicamente con enlaces péptidos en una secuencia funcional. ¿Qué probabilidad por azar tendríamos para lograr esto? Bradley fijó el cálculo en 10-191. Es decir, con una probabilidad prácticamente cero. Todo esto antes que, por efecto de la hidrólisis, las proteínas se desintegraran en aminoácidos. Pero los evolucionistas tienen tanta fe, que aseguran que igualmente se produjo, y continúan diciendo que su teoría es científica.
Ellos sostienen que los elementos formaron por azar las macroproteínas, como el ácido ribonucleico (ARN) y el desoxirribonucleico (ADN); luego los órganos, porque a pesar que Juan Lamarck sostuvo que "la función hace el órgano" y esto quedó desmentido, todavía insisten que se pudo lograr, y después... la vida.
Pero, si fue por azar, debemos sujetarnos al cálculo de probabilidades fortuitas para formar las moléculas proteicas. Por ejemplo, para una enzima típica de 200 aminoácidos, F. Crick obtuvo lo siguiente: Número de pruebas al azar, 10120 (10 seguido de 120 ceros). Y Wallis calculó que las 2000 enzimas comunes en toda vida, en sus 18 posiciones fijas, llega a 1040.000. No bastaría la materia de todo el universo para que esto se pudiera lograr sin una intervención inteligente.
Aunque ya se sabe que una macromolécula no se puede sintetizar sin la intervención de otra vida, el matemático suizo Carlos Eugenio Cuy, calculó el siguiente número de posibilidades fortuitas: 10160. "La cantidad de materia que debe agitarse" para formar cada molécula proteica de significación, sumaría varias veces la materia que hay en el universo conocido, con un tiempo indispensable de "10243 años". Y para formar un microbio de los más simples, Harold Morowitz calculó el siguiente número de pruebas: 10 seguido de 100 millones de ceros.
Los evolucionistas dicen que los cálculos de probabilidades presentados por los creacionistas no siempre son válidos. Y argumentan que la probabilidad de ganar una lotería de seis cifras es de una entre un millón. Pero si cada vez que se obtiene una bola correcta ésta se fija, se ganaría mucho antes. Correcto. Pero el argumento que aparenta ser tan claro y simple, se vale del verbo fijar, para unir con picardía cuatro cálculos de probabilidades indispensables. En primer lugar, con seis "bolas" no se puede construir una proteína y menos el ADN, que es sólo un ladrillo de la vida.
En segundo lugar, para fijar una bola, primero hay que conseguirla y elegirla. Y aquí hace falta un segundo cálculo de probabilidades. Luego hace falta transportarla al lugar correcto (medio acuoso), con un tercer cálculo de probabilidades; y ubicarla entre las bolas en el orden correcto, sumando así un cuarto cálculo de probabilidades. Entonces sí hay que fijar la bola, como dicen los evolucionistas. Pero, ¿en qué condiciones, cuando en un medio acuoso las proteínas tienden a dividirse en aminoácidos, y pueden mezclarse con otras millones de bolas que les rodea? Así que el último cálculo de probabilidades no se cumple con bolas fijas, sino en continuo movimiento, bajo la segunda ley de la termodinámica.
Otros sostienen que en estos procesos debe incluirse no sólo la acción del azar, sino también las leyes naturales, que pueden disminuir significativamente el número de pruebas necesarias para la abiogénesis. Pero son muy pocos los evolucionistas ateos que no reconocen que la abiogénesis es un milagro. Entre ellos podemos mencionar al controvertido científico J. Craig Venter, que dijo crear una célula viviente porque logró copiar un genoma de una bacteria.
La noticia que se divulgó en el mundo, provocó una respuesta rápida de los hombres de ciencia: "No creó ninguna vida. Lo que hizo fue limitarla como quería". Si Craig Venter no lo logró en forma inteligente, ¿cuánto menos se puede esperar sin la intervención de un diseñador? Por lo tanto, la teoría científica del origen de la vida por azar, divulgada por Oparin y Haldane, no debería tener cabida en los ámbitos científicos, porque el milagro es el estudio de la religión.
El Dr. George Wald, Premio Nobel de la Universidad de Harvard, concluyó: "Basta contemplar la magnitud de esta tarea para concluir que la generación espontánea de los seres vivos es imposible [...] Con todo aquí estamos, creo, como resultado de la generación espontánea [...] Sólo tenemos que esperar: el propio tiempo realiza los milagros".
Por supuesto, si al levantarse contra un Diseñador, el proceso se opone a toda lógica; contra las posibilidades de inestabilidad del "caldo primordial"; contra los cálculos de probabilidades y contra la segunda ley de la termodinámica cuando actúa en un largo tiempo, no puede ser considerado sino un milagro [...] Pero, ¡qué fe hay que tener para creer esto!.
Esta mal llamada ciencia, ni siquiera ha podido dar vida al ser más simple a partir de un protozoario muerto, conteniendo todos sus órganos completos y todos los elementos necesarios y en su proporción exacta para la vida. El destacado evolucionista George G. Simpson llegó a la misma conclusión que manifestó Darwin, y tuvo que confesar: "¿Cómo surgió la vida? [...] la respuesta sincera es que no lo sabemos". "En realidad es absurdo sostener que no existe diferencia esencial entre la vida y lo carente de vida". Por eso para F. Crick la generación espontánea no es una teoría, sino más bien una "ciencia ficción". Y para el Dr. G. Wald es el "mito" sobre la razón, pero una "necesidad filosófica" del hombre de ciencia que quiere oponerse a la creación natural"
Es correcto que en sus investigaciones, el hombre de ciencia trate de encontrar una explicación natural. Como dije, este modo de proceder ha eliminado muchos mitos medievales. Pero una vez que descubre una realidad sobrenatural y la rechaza sin pruebas, llega a ser el hombre de ciencia del anti-conocimiento.