LA TENTACIÓN DEL FALSO MESIANISMO. Para el tema de mi estudio el concepto básico del que se debe partir es el de la conciencia mesiánica de Jesús; es decir, cuándo la adquirió y cómo la fue entendiendo. Es un punto de un desmesurado alcance y de abundante discusión. Aquí me voy a ceñir a lo indispensable para mi propósito.
Como es sabido, la explicación de la conciencia mesiánica de Jesús, la presentan los evangelistas con ocasión del bautismo de Jesús en el Jordán. Para Marcos en el bautismo de Jesús tiene lugar la primera epifanía del Mesías -Hijo de Dios-; Schlier insiste tal vez demasiado en que ya en esta revelación ve Jesús el camino de su historia por medio de la muerte, amparándose en el sentido de los "cielos rasgados" y su comparación con el velo del templo rasgado, cuando la muerte de Jesús. Mateo, por su parte, subraya como lo interpreta Schlier, la solidaridad inicial de Jesús con los pecadores y con la vía pre-mesiánica anunciada por Juan el Bautista: "Este Rey Mesiánico y Siervo de Dios tal como lo proclama la voz de Dios, es el Siervo de Dios, justo solidario con los pecadores, quien con su bautismo comienza a pisar el camino de sus sufrimientos en favor de estos pecadores".
Juan insiste en que el mesianismo de Jesús comporta el llevar sobre sí los pecados del mundo, tarea que la ve con nueva luz por el Espíritu que en este momento baja de modo especial sobre él. "Además, para el cuarto evangelista el hecho bautismal es la primer epifanía del Hijo, cuya filiación aparece continuamente en nuevas epifanías de su gloria por medio de la palabra y del milagro en el Evangelio".
No supone ninguna lectura adopcionista, como pretende Schmid al interpretar el "hoy te he engendrado" en un sentido fuerte, sentido que no implicaría que Jesús es Hijo de Dios sólo desde un momento determinado de su historia, sino tan sólo que va cobrando conciencia plena de su ser a lo largo de su vida. Uno de los momentos capitales es este del bautismo donde se convierte realmente en discípulo de Juan, aprende de él y luego predica lo mismo que su maestro.
Recibida de lo alto esta primera manifestación, Jesús se va a tomar un largo espacio de tiempo para reflexionar sobre el sentido concreto de su mesianismo y consiguientemente de su acción misionera. Los tres sinópticos nos han expresado con toda fuerza cómo para Jesús la gran tentación en los cuarenta días del desierto, como lo será a lo largo de su vida, es la de entender su mesianismo como lo entendía su pueblo. Ver la tentación del falso mesianismo como la tentación clave de la vida de Jesús, nos aclarará a la par el carácter político de su misión y el carácter preciso de su mesianismo, muy distinto de otros mesianismos pasados y actuales. Pero que ésta fuera la tentación de su vida nos prueba de nuevo en qué conexión está su misión con una dimensión política.
Tres tentaciones que son una sola tentación nos transmiten los evangelistas en la vida de Jesús. Son verdadera tentación en su vida; entenderlas piadosamente como que Jesús quiso someterse a ellas para darnos ejemplo, es superficializarlas. Lo menos que han querido mostrar los Evangelios -dejemos de lado el sentido de la impecabilidad de Jesús, tal vez ni siquiera bien planteado en las formulaciones usuales- es el sentido de la vida de Jesús ante la disyuntiva de uno u otro mesianismo. Los evangelistas quieren mostrar dicha disyuntiva para alejarse de los judíos rebeldes, así Jesús queda más como un Santo que como el Mesías liberador.
La primera tentación es la del desierto, que detalladamente narran los tres sinópticos (Lc 4, 1-13; Mt 4, 1-11; Mc 1, 12-13). Recordemos que se trata de su primera reflexión tras la manifestación del Jordán; la narración no nos debe llevar a engaño. No se trata de que Jesús estuvo ayunando y orando durante cuarenta días y al final fue tentado; se trata de expresar la síntesis de su lucha interior durante toda su vida sobre el sentido de su misión pública, ( suavizar a Jesús).
La presentación de Mateo es radical: "entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo" (4, 1). Los tres sinópticos recalcan que es el Espíritu quien le impulsa o le acompaña en esta experiencia. Y lo que se pretende determinar no es si el diablo quiere enterarse de si Jesús es el Mesías sino qué interpretación del mesianismo van a dar a Jesús a partir de su lectura propia del Antiguo Testamento.
El mesianismo que los redactores proponen a Jesús está expresado en las piedras que se convierten en pan para que el pueblo le siga; el alarde teofánico en el templo, que deslumbraría al pueblo sin interiorización, ni liberación alguna; el poder y la gloria de los reinos de la tierra, que han sido entregados al diablo, y que él se los da a quien quiere. El conjunto de la tentación es, por tanto, bien claro; un mesianismo de grandes logros materiales, de presencia triunfal entre los hombres deslumbrados, y la imposición de su reino por el poder y la gloria de los Estados.
Dentro de la misión de los redactores de endulzar a Jesús, éste rechaza esta única tentación en su triple forma. Habrá que proporcionar el pan a quienes lo necesitan pero el momento primario del reino nuevo será la palabra de Dios; la apelación inmediatista a Dios para que milagreramente se haga presente entre los hombres está fuera de lugar, son los mismos hombres quienes tienen que hacer presente a Dios; finalmente, cualquier absolutización de lo que no es Dios es la negación del nuevo reino.
Jesús, aún atendiendo a las necesidades materiales de sus conciudadanos, aún atendiendo a sus problemas sociales y políticos, lo va a hacer predominantemente a través de la revelación histórica del Padre. No le va a ser fácil deslindar las dos posiciones, pero él va a avanzar por ese camino ambiguo sin desviarlo ni hacia la pura politización ni hacia la pura privatización. Así queda resuelto el asunto de la ruptura entre los nuevos cristianos y los judíos. Jesús no es el mesías político.
La segunda tentación nos la transmite Marcos. Es un pasaje indudablemente mesiánico y como tal presentado por los tres sinópticos (Mc 8, 27-27; Lc 9, 18-22; Mt 16, 13-23), pero sólo Marcos y Mateo resaltan en él lo que tiene de tentación. Sólo desde este punto de vista: el de la tentación del mesianismo político-liberador es como lo voy a enfocar aquí.
Mateo y Marcos centran el pasaje en Cesarea de Filipo, es decir, en un lugar más claramente sometido al poder y a la cultura extranjeros. Se inicia con la pregunta de Jesús: "¿quién dice la gente que soy yo?"(Mc. 8, 27, Mt. 16, 13, Lc 9, 18) Los Apóstoles le transmiten lo que efectivamente pensaba la gente de él; dicen que eres un profeta como Elías, Jeremías, Juan el Bautista o algún otro profeta de los antiguos, que ha resucitado (Mc 8, 28, Mt 16, 14, Lc 9, 19). Para dar el paso siguiente del profetismo al mesianismo, Jesús les interroga a los Apóstoles sobre su propia opinión.
Los tres sinópticos están de acuerdo en que fue Pedro quien tomó la palabra; según la versión de Marcos y Lucas, lo que Pedro expresó fue que: "Tú eres el Mesías" (Mc 8, 30), "el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Por lo que a este tema toca, dejando de lado la aprobación que Jesús hace de la confesión de Pedro referida por Mateo, lo primero que llama la atención es la orden que Jesús da a sus Apóstoles de que no hablen con los demás de este punto. Más tarde volveré sobre este tema del secreto mesiánico; lo que de momento nos importa subrayar es el carácter de tentación con que de nuevo se le presenta el mesianismo a Jesús.
En efecto como nos lo transmite Mateo y Marcos, Pedro quiere dar una interpretación política del meseanismo de Jesús. Los redactores hacen ver que Jesús abandona el título de Mesías para llamarse Hijo del hombre y para anunciar su muerte y su fracaso ante el pueblo y sus dominadores. Esto es lo que Pedro no entiende y lo que mueve a tratar de convencer a Jesús que su camino hacia el reino no podía pasar por ese enfrentamiento con los poderes públicos o con un estilo de vida que le fuera a llevar al fracaso y a la muerte.
La reacción de Jesús es fulminante: apártate de mi vista, Satanás. Eres para mí escándalo, porque no miras a las cosas de Dios, sino a las de los hombres (Mt 12, 23; Mc 8, 33). ¿A qué se debe esta cólera de Jesús? La respuesta está en el mismo texto: esta proposición le sirve de escándalo, le sirve de tentación a él y a sus discípulos. Pero de escándalo verdadero, porque de lo contrario no se explica su indignación psicológica y teológica. Los redactores convierten al mismo Jesús y a sus discípulos en personas buenas, alejadas de todo mesianismo político libertador.
La tercera tentación es la del Huerto de los Olivos. Lucas, al final de la primera tentación alude a otra ocasión, y precisamente es el sinóptico que nos cuenta como tentación satánica la intervención de Pedro con Jesús en Cesarea de Filipo. Que en el huerto de los Olivos Jesús fue tentado gravísimamente, que se sintió tentado hasta lo más profundo de su ser humano, es algo sin discusión. Pero, según el redactor, en qué consistió el carácter preciso de su tentación?.
Una lectura piadosa de este pasaje nos ha hecho olvidar datos bien taxativos. Acaba de ocurrir la entrada de Jesús en Jerusalén con claro sabor mesiánico; según los sinópticos ha tenido lugar el suceso violento de la expulsión de los mercaderes del templo; según todos los evangelistas, la colisión de Jesús con los poderes religiosos ha llegado a su máxima violencia.
En este contexto la retirada de Jesús de la ciudad no puede entenderse sino como una precaución contra sus enemigos, retirada a un lugar oculto ( propio de los zelotes), que sólo Judas pudo llevar hacia él a la corte romana. Más aún, en un pasaje que más tarde examinaremos, los Apóstoles aparecen armados e incluso inician una resistencia armada contra los romanos y los judíos, que vienen a prender a Jesús. Este es el contexto real.
Por otro lado, Jesús, se ve acosado por sus enemigos y no duda de la muerte que le espera si cae en sus manos. Lo que no acaba de comprender, lo que lleva hasta el paroxismo del sudor, la sangre y la agonía, es que su mesianismo deba entenderse de este modo fracasado y ruinoso. Se le pasa por la mente el recurrir a su Padre para que le envíe enseguida más de doce legiones de ángeles para recuperar su condición de Mesías triunfante.
Las tres tentaciones, por tanto, implican que la dimensión puramente política no andaba lejos de la mente de Jesús. La superó, pero como la gran tentación de su vida. Pero no se fue al otro extremo de quitar la mordiente política de su mensaje de liberación. Si la hubiera quitado, no le hubiera ocurrido lo que al final le acaeció.