que las cosas funcionen es que a cada uno se le pague según sus méritos. El que rinde más
en un trabajo debería cobrar más. Este criterio funciona bien y es válido cuando se aplica a
las relaciones laborales.
Pero ese criterio no sirve ni puede servir en las relaciones personales. Yo, como padre al
final del día no hago balance de cuantos méritos han hecho mis dos hijos para de esta forma
premiarles con más o menos bondad, más o menos amor. Si hiciese esto, se podría decir de
mi que soy un padre pésimo, que no tengo cabeza ni mucho menos corazón.
Sin embargo, esto mismo se lo aplicamos a Dios. En el Evangelio viene la parábola de los
obreros que van a trabajar a la viña. ( Mt.20, 1-15). Seré breve, un propietario (Dios) contrata
a jornaleros por un sueldo que les parece bien a los que van a trabajar, llegan a un acuerdo los
que van desde la mañana, los que van a la sobremesa y los que van por la tarde. A la hora de
pagar, el propietario (Dios) paga a todos la misma cantidad.
A los jornaleros les parecía bien su sueldo hasta que se enteraron que los que fueron por
la mañana cobraron lo mismo que los que empezaron por la tarde. El propietario (Dios)
dice una frase a uno de los que se quejan. ¿ Es que ves tú con malos ojos que yo sea generoso?.
Dios no se relaciona con sus hijos a base de méritos, su relación se basa en el amor y la
generosidad.
Hay cristianos que van por la vida como jornaleros, calculando lo que van a "ganar", lo que
van a "merecerse", estos tienen fe en un Dios deforme. Por otra parte hay cristianos que van
por la vida como hijos del Padre del Cielo.